El Ecuador continúa dividido por
ambiciones e incomprensiones de comunidades indígenas, que representan el 7% de
la población, políticos sociolistos del siglo XXI, revolucionarios de papel,
trabajadores intolerantes, ciertos empresarios poco humanos; todos halan agua
para sus molinos, no les importa el bien común.
La delincuencia y el desempleo
aumentan, las ciudades son tierras de nadie, cada día se ve más pordioseros y
drogadictos en las calles, que afean a nuestro bello país de mujeres bonitas,
puertos, ríos, paisajes, deportistas pundonorosos, intelectuales esforzados,
aunque sin ayuda.
La educación se desarrolla en el
caos nacional: padres de familia y alumnos irrespetan a temerosos maestros que
esperan ansiosos cumplir sesenta años de edad para jubilarse y así librarse de
las pandillas que se forman en los planteles, como los Latin King, que pasan a
integrar la guerrilla urbana dirigida desde la distancia por el Calígula
refugiado en Bélgica.
El cartel del Calígula se asila
cobardemente en embajadas o huye del país para no pagar sus penas por
instigadores de la destrucción de bienes y ciudades.
La situación empeoró porque cada
día hay más amenazas de paralizaciones violentas en este país politizado, donde
todos hablan de política sin estar bien informados porque dan cabida a chismes
y rumores.
Ahora los nuevos dueños del país
son los indígenas y el Calígula prófugo, que secuestran a policías y
periodistas, quieren sacar ministros, se burlan del presidente Moreno, quien
promete más pronto que tarde entregar la lista de los contrabandistas de
combustibles para la narcoguerrilla.
Nos hemos convertido en el país
de la dimensión desconocida, donde todo es posible. ¿Hasta cuándo padre
Almeida? Hasta que Dios se apiade y tomemos conciencia de aprovechar los
grandes recursos naturales y aprendamos a dialogar y ceder por el bien del
país.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario