Aún después
de la muerte, Maradona, despierta juicios a favor y en contra, como un ser
humano que alcanzó la fama como futbolista. Para unos es el Dios del fútbol y
para otros un pecador que no pudo vencer a una adicción; para unos un ejemplo y
para otros un mal ejemplo.
Las personas
nos convertimos en jueces de los demás y muchas veces miramos solo el lado malo,
como si fuéramos perfectos. Maradona fue un ser humano que luchó para ser el
mejor futbolista del mundo y lo consiguió; pero también luchó contra la
terrible enfermedad (adicción a las drogas) y no pudo superarla, recayó y
recayó. Miles de ciudadanos en el mundo no pueden dejar las adicciones y
perecen, pierden el partido más importante, que es la vida.
Nos quedamos
con el Maradona futbolista, el de la zurda de oro, aquel que en el mundial de México
en 1986 tomó la pelota en la mitad del campo y burló a 8 jugadores ingleses
para convertir el más hermoso gol que hayamos visto; el atleta que consiguió
con sus compañeros un campeonato mundial de fútbol y un vicecampeonato para
Argentina. Este país es la cuna de los mejores futbolistas del mundo: Alfredo
Di Stéfano, Maradona y Lionel Messi; Pelé, de Brasil. Como sudamericanos nos
debemos sentir orgullosos de estos colosos.
La adicción
no es un vicio, sino una enfermedad que debe ser tratada con la misma importancia
que las demás; con ella no se juega porque perdemos el partido.