En estos tiempos difíciles de
pandemia hay juiciosos e irreverentes, juiciosos son los que con sentido común evitan
el contagio y la muerte que puede venir en cualquier momento; los que tienen
familias tratan de no contagiarlas, pues se han dado casos en que en una
familia han fallecido hasta tres o cuatro miembros. Entre los irreverentes está
no solo la gente de pueblo, sino también los de arriba. Con asombro vemos que
personas salen sin motivos a sentarse en los asientos de la calle 9 de Octubre
para conversar sin ninguna protección, jovenzuelos que hacen piruetas en
patinetas; pelucones que salen con sus carros sin respetar el día señalado y
también irrespetan el toque de queda.
Algunos dicen con el mayor
desparpajo que a ellos no les pasará nada, que no se van a contagiar, como si
fueran inmunes a este virus. Lo cierto es que hasta el momento que vivimos no
se ha descubierto la vacuna contra el COVID-19 y lo único que da resultado para
evitar el contagio y aumente la propagación es mantenerse en casa y salir para comprar
víveres o medicinas o asistir a citas médicas; los epidemiólogos se contradicen
y nos confunden en cuanto al uso de medicamentos y oxígeno. Pocos creen en las cifras del Gobierno porque
no ha manejado responsablemente la pandemia y nos ha puesto internacionalmente
como desorganizados. Entonces apreciemos la vida. El psiquiatra Martin Shepard
dice: “Medite diariamente sobre la muerte, para que su vida tenga mayor significado”.