Los “comemuertos” del siglo
pasado esperaban la oscuridad de la noche para profanar tumbas y robar en los
cementerios de la provincia del Guayas y después en el resto del país, muchas
veces los agarraron; los estudiantes de medicina también profanaron tumbas para
robar huesos que les servían para estudiar anatomía, porque comprarlos les
resultaban caros.
En el siglo XXI aparecen, para
nuestra desgracia, los “vendemuertos” en Guayaquil y en Babahoyo. La banda de
un moreno alto y delgado, empleado del hospital del Guasmo de Guayaquil aprovechando
la mortandad que ha producido el fatal COVID-19, se abría paso entre rumas de cadáveres
metidos en fundas plásticas de color negro para venderlos en precios que
oscilaban de 30 a 300 dólares a los angustiados familiares que no los
encontraban y deseaban enterrarlos como manda la tradición; todavía hay muertos
desaparecidos en los hospitales.
Gracias a las denuncias cayó este
jefe de todos los delincuentes macabros en el hospital del Guasmo. Fue destituido
y enjuiciado; la Fiscalía y la Policía están a la caza del resto de la banda.
Y como el delito no para con la
circunstancia del COVID-19, se trasladó a la provincia de Los Ríos, al hospital
de Babahoyo, donde un “vendemuertos” fue descubierto por un valiente abogado
que con datos fidedignos lo denunció en la Fiscalía.
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