El exalcalde de Guayaquil, exprefecto del Guayas y
exdiputado, Assad Bucaram (1916-1981), don “Buca”, usaba un lenguaje pintoresco
y un estilo político entre pugilístico y retórico, que muchos celebraban y aún
recuerdan. No era una persona de estudios universitarios, sino un hombre duro y
combativo. Alto y grueso, lucía siempre ternos oscuros; se autotilulaba: “Patán
de noble corazón”.
A Carlos Guevara Moreno, director del partido político
Concentración de Fuerzas Populares, CFP, lo llamó el “Ocioso de Acapulco”
porque tomó unas largas vacaciones, luego don “Buca” fue director de este
partido; a los miembros del club de La Unión (fundado en 1869) les decía
“Sobacos perfumados”, que asistían ahí “a tomar whisky y comer pepinillos con
palillos”.
Durante sus funciones en la alcaldía de Guayaquil
enfatizaba que no permitía las cosas chuecas y aclaraba: “Aquí la única cosa
chueca que tolero es mi cuerpo”, pues tenía una deformación en la columna. A
los alumnos de las escuelas municipales les daba desayuno y almuerzo con
víveres que muy obedientes les donaban los comerciantes de los mercados, pero
las profesoras y las madres de familia sin protestar tenían que
cocinar.
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Monumento en la Plaza Rodolfo Baquerizo |
El cantante ecuatoriano Juan Cavero contó que, durante una
actuación en Nueva York, en agosto de 1969, estaba como invitado el alcalde de
Guayaquil, Assad Bucaram, vecino, pues vivía en Ximena y Quisquís y don “Buca”
a la vuelta de la manzana. Se acercó a saludarlo y preguntarle cómo se sentía
vestido tan elegante, de esmoquin, él que tanto hablaba de los “Sobacos
perfumados”; “Cállese, cállese, compañerito, haga de cuenta que no me ha visto”,
respondió.
Como prefecto del Guayas, hacía recorridos por la ciudad de
Guayaquil arengando al pueblo a la insurrección contra la dictadura
militar; fue detenido y trasladado a la II Zona Militar, pero teatralizaba y
gritaba que no le pegaran porque era un hombre con discapacidad, a pesar de que
no era maltratado.