Logró muchos premios literarios y reconocimientos de instituciones nacionales y países, escribió y escribió poesía, pero no la recogió en ningún libro; su celebrado poema Ecuatorial (creado en nuestras selvas amazónicas), ganador del VIII Concurso Ismael Pérez Pazmiño (1966), posee un léxico muy rico que no aburre, a pesar de la extensión porque adjetiva sin grandilocuencia; el gobierno de Nicaragua le otorgó el premio único internacional de ensayo por Ayer y hoy de Rubén Darío, obra que fue publicada por ese país (1966); se preocupó más por ser un suscitador de los nuevos valores de la literatura, la historia, las artes; exaltó lo que sinceramente creyó bueno; concibió la crítica como el más noble esfuerzo de comprensión, iluminación y júbilo para ayudar al entendimiento entre autor y lector.
Maestro por antonomasia, gozaba impartiendo clases de
literatura en los colegios Americano, Alemán Humboldt, Aguirre, República de
Francia o en las universidades Católica y de Guayaquil; dando conferencias; su
presencia convocaba grandes audiencias; manifestaba que enseñaba en todo
momento de la vida; organizador de los concursos intercolegiales del libro leído, de los clubes juveniles Unesco para
fomentar la pintura, poesía, periódicos murales, música; impulsador del sistema
de bibliotecas itinerantes para las cuales incrementó los fondos bibliográficos
con su dinero.
Sus artículos periodísticos en el diario EL UNIVERSO
cumplían con la función de instruir a través de diferentes temas que eran de su
dominio y predilección; se fue muy modesto, como siempre; poseyó la excelsa
virtud del entusiasmo que transmitió a lectores y alumno; razón para ser
admirado y recordado.