Se acercan las elecciones y desde ya los políticos
empiezan a vanagloriarse de ser demócratas. Según Ignacio Ramonet la
democracia es esencialmente un proyecto ético, fundado sobre un sistema de
valores sociales y morales que dan sentido al ejercicio del poder; pero en
nuestro país, salvo excepciones, se ha generalizado la corrupción, poco ha
faltado para que el Estado sucumba. La vieja política, la de la corrupción, no ha
muerto. Tiene que nacer la nueva, la de los actores que sepan lo que hablan y
ofrecen.
Reflexionemos ante tantos malos ejemplos de políticos
prófugos, presos, con sentencia… Unos de la vieja guardia; otros, los de hace
más de una década a quienes la pandemia del COVID-19 los desnudó, políticos sin
conciencia que han postrado la salud del pueblo al tomarse los hospitales
públicos y del IESS para robar. Sepultureros del Ecuador que aprovechan sus
posiciones para el enriquecimiento personal, que además de ser inmoral resulta
criminal.
El respeto es el gran valor de la democracia.
Después de observar, pensar y analizar debemos elegir a quienes sus conductas
sirvan de ejemplos para sus compatriotas, como Raúl Clemente Huerta, Julio
César Trujillo… Despertemos y aprendamos de la experiencia de haber escogido
mal, no nos convirtamos en cómplices de políticos corruptos; el pueblo merece
mejores gobernantes.
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