Ciertos políticos ecuatorianos obtuvieron altos resultados
electorales a través de la historia porque convencieron a la clase desposeída
de triunfar ante la clase alta, ya que la consideraron contraria a los
intereses del pueblo.
Velasco Ibarra fue cinco veces presidente de la República
porque arrastraba con la palabra a su “chusma sublime”; con el grito “pueblo
contra trincas”, Carlos Guevara Moreno, fundador de Concentración de Fuerzas
Populares, CFP, llegó a la alcaldía de Guayaquil; Assad Bucaram, heredero de
CFP, con su lenguaje pintoresco y su estilo entre pugilístico y retórico
declaró la guerra a las oligarquías y fue alcalde, prefecto y diputado; Abdalá
Bucaram Ortiz logró una abrumadora votación para alcanzar la presidencia,
pues se presentó como el “Loco” que amaba a los pobres y terror de
los ricos; Lucio Gutiérrez manifestó que era
la esperanza de la clase baja y combatidor de la corrupcción, con una
corta vida política alcanzó la presidencia; igual que Rafael Correa, que combatió
groseramente a los que llamó “pelucones” y ofreció hasta los imposible a los
pobres.
El pueblo, siempre el pueblo, que los llevó al poder, pero
no encontró todo lo que esperaba de aquellos gobiernos populistas; entonces los
que tuvieran la oportunidad de gobernar debieran dar al pueblo seguridad nacional, fuentes de
trabajo, salarios dignos, vivienda, educación y
atención de salud de calidad, respeto a las leyes laborales, libertad de
expresión, leyes que castiguen severamente a los que atracan los fondos del
Estado, funcionarios públicos honrados… sí así lo hacen, el pueblo volverá a
confiar y no se dejará ilusionar por los baratillos de ofertas.
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