Debemos ser tolerantes con las personas porque son creadas a imagen de
Dios; simplemente algunos eligieron un estilo de vida diferente, una afiliación
política en particular, una creencia religiosa, etc. La tolerancia no es estar
de acuerdo en asumir las diferencias que existan, sino aceptar el derecho que
Dios les dio a esas personas de ser libres para elegir, mientras no infrinjan
los derechos de los demás o violen las leyes existentes; en materia de
principios hay que ser fuertes como una roca, intransigentes en cuanto a la
verdad porque distinguen a las personas de bien.
Se puede ser tolerante con las parejas del mismo sexo que consiguieron
el matrimonio civil, lo cual no significa estar de acuerdo; se puede respetar
al vecino socialista sin condenarlo a la indiferencia por sus ideas políticas;
no es necesario que los protestantes juzguen a los católicos por sus
creencias.
Hay que aprender a vivir entre humanos, a pesar de las diferencias, pues
cada quien defiende libremente lo suyo; debemos estar conscientes de nuestros
sentimientos negativos y resistirnos a ellos.
Nadie nació con la habilidad innata de enfrentarse a los conflictos de
forma eficaz (como el matrimonio entre seres del mismo sexo); es posible
enfrentar a los demás sin ofender; Salomón manifestó que hay personas que usan
las palabras como una espada (Prov. 12:18) y que las palabras malignas pueden
aplastar el espíritu (15:14).
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