Jorge Bolaños |
El petiso
creaba jugadas desde la media cancha, quería gambetear a todo el equipo rival,
sus piernas arqueadas le servían para esconder la pelota, era difícil
quitársela. Ponía pases precisos para que otros convirtieran los goles y
también los anotaba, muy hermosos.
Hábil,
veloz, decía que tenía la garra del futbolista guayaquileño, no se achicaba
ante nadie, siempre iba para adelante sorteando bosques de piernas, que muchas
veces los detenían con faltas por demás rudas. Admirador del fútbol argentino,
parecía argentino cuando gambeteaba, uno de sus defectos fue ser
comebola.
Lo vi por
primera vez en el equipo juvenil Sagrario en la Liga Deportiva Juan Díaz Salem,
cuyas canchas estaban ubicadas en las calles guayaquileñas Venezuela y
Guaranda. Todos los pibes querían ser como Bolaños, iban los domingos a
gozar de las gambetas, los pases
matemáticos y los goles de Jorge.
Era la atracción de esa verdadera fiesta de novatos.
Pasó a los
juveniles de Emelec, no tardó en jugar en primera división, llegaba a entrenar
al estadio Capwell en una bicicleta que dejaba encargada en una tienda de la
esquina de las calles Quito y San Martín. Recuerdo aquella inolvidable
delantera de los llamados Cinco Reyes Magos: Balseca, Bolaños, Raffo, Raymondi
y el argentino Ortega. Después se entendió a las mil maravillas con Bolívar
Merizalde, los dos petisos eran burlones con la pelota, llegaban hasta la raya
del arco con pases cortitos y quiebres indescifrables para los defensas. Mía y
tuya, tuya y mía…gol del Filtrador Bolívar Merizalde.
Creó la
idolatría de Emelec. El entrenador argentino Fernando Pasternoster manifestaba
que con once jugadores como Bolaños hacía a cualquier equipo campeón del mundo,
le manifestaba antes de los partidos: “Pibe, juegue como usted sabe. Los demás
lo siguen, imponga el ritmo”. Pasó a los juveniles del River Plate de
Argentina, pero regresó porque quería actuar en primera. De buena actuación en
la selección de Ecuador que concurrió en 1963 a la Copa América de La Paz y
después a las eliminatorias mundialistas.
Los
fanáticos de Emelec siempre lo recordarán por el gol imposible que convirtió a
la selección de Paraguay, en un partido amistoso en el estadio Modelo
Guayaquil, con el que los eléctricos ganaron 2 a 1 el 31 de marzo de
1965: “Bolaños se adornaba en un terreno chiquito , en esa que parecía su pequeña hacienda, en donde
dominaba rivales con la maestría de su fútbol. De repente salió la pelota
impulsada por la izquierda del número 8 y allá, en el rincón opuesto al arquero
Galarza, como de emboquillada, lenta, pero seguramente entraba la estocada
final, el puntillazo que le ponía galería de escándalo al espectáculo. La
gente, movida por el impulso y el impacto, saltó de sus asientos”, escribió el
cronista Ricardo Chacón García en el diario El Universo.
Así era el
Pibe de oro, triunfador, gambeteador, apasionado; dejaba todas sus energías en
la cancha.
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