Según nuestra
Constitución se consideran personas adultas mayores a aquellas que hayan
cumplido 65 años de edad; es la ley de la vida. Se puede envejecer del modo más
digno posible porque a nuestra edad todavía hay espacio para una vida
placentera. Disfrutar la vida es una de las maneras de prolongar la existencia.
No existe una etapa de la vida que esté privada de la inteligencia, por tanto,
debemos seguir cultivándola; los ideales no se detienen ante la edad.
Persigamos la
armonía porque es belleza. Comprendamos que la sociedad no tiene la culpa si
ahora no nos encomiendan responsabilidades ni solicitan nuestras opiniones,
pues hemos cumplido; aunque esto no indica que permanezcamos inmovilizados,
siempre habrá una actividad de predilección que emprender para ser
útiles. No se puede cosechar sin sembrar. De tal suerte que seguimos
sembrando de acuerdo con la experiencia que nos ha dado la existencia de 65
años o más; como creyentes no tememos a la muerte porque es un encuentro con
Dios.
Llegar a ser adulto mayor es la más grande
experiencia. Nuestro corazón está en la humanidad para seguir sirviendo porque
nos da placer. Valoramos lo positivo y somos pacientes con las faltas. No
vivimos en mundo angélico. Aprendimos de las derrotas. La humildad nos impide
fracasar; somos lo que pensamos: los optimistas transformamos las dificultades
en oportunidades.
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