En todo país hay buenos y malos
profesionales de la medicina. Nosotros tenemos más buenos que malos, porque así
lo han demostrado ante la pandemia, pues muchos, como buenos soldados, han
ofrendado su vida sin miedo. Nos sirven no solamente con las manos, sino con el
corazón, espíritu fuerte; nos alientan con paciencia y esperanza.
Conocemos las dificultades que
tienen que soportar, muchas veces sin elementos de bioseguridad; sus acciones
meritorias, las virtudes que practican son eslabones de una larga cadena de
esfuerzos, labores y esperanza. ¡Qué sería de nosotros sin el trigo de la
solidaridad médica!
Gratitud a los buenos médicos,
enfermeras, enfermeros ecuatorianos y a los extranjeros que nos han apoyado.
Pidamos que Dios ilumine con sus dones de ciencia e inteligencia a todos los
médicos del mundo para que conozcan las causas del COVID-19 y puedan descubrir
y aplicar la ansiada vacuna.
A estos apóstoles silenciosos
expresamos el testimonio de respeto por sus bondadosas calidades humanas.
Instituciones, como los colegios de médicos, deben después expresar públicamente
el testimonio de respeto y reconocimiento a las virtudes cívicas de estos
profesionales salvadores de vidas, porque constituyen la excepción.
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